La Biblioteca

(Basado en «La biblioteca de Babel», de J.L. Borges)

Sobre el Universo (que otros llaman La Biblioteca), se han escrito muchas falacias. Como se ve a primera vista y se ha aceptado como norma general, la Biblioteca no se conforma de circulares y simétricas estancias, sino que es, con toda evidencia, un pasillo escalonado, cuyos escalones son del doble del tamaño de un hombre. El pasillo de esta biblioteca es angosto, recto, inacabable, tal vez infinito. La luz es insuficiente, incesante; al mirar hacia adelante solamente se ve como se desdibujan en la oscuridad los anaqueles repletos de libros. Hacia atrás, probablemente, también, pero la alta pared del escalón anterior impide ver, así como también impide volver.

En cada pared, de cada escalón, hay una repisa con siete estantes con un número variable de libros. Anteriormente estaban llenos y ordenados, pero los hombres, al caminar por ese pasillo, se han llevado algunos y han roto otros. En la tercera pared, la que da al escalón superior, hay una superficie antiguamente blanca, hoy algo ennegrecida por la suciedad, donde los hombres escriben comentarios sobre lo que han leído, ayudas para entender los libros, destinadas a los que vengan después, según lo que ellos creen haber entendido; sé que hay quienes, por frustración, escriben delirios para confundir, pero la mayoría intenta, al menos, aclarar, agregar, borrar lo que les parece erróneo.

Frecuentemente dos hombres se encuentran, a pesar de que todos prefieren avanzar. Pocos permanecen mucho tiempo en un escalón; yo he visto algunos durmiendo en un rincón, decididos a quedarse por siempre. Lo problemático de estas migraciones, es que los pocos bibliotecarios que existen también avanzan y si uno tiene la necesidad ineludible de encontrarse con uno de ellos a menudo no tiene otra opción que esperar.

Yo tomé la decisión, hace varios siglos, de permanecer un día en cada escalón. Siempre dejo una marca, sin pensarla demasiado; sin darme cuenta, sin trabajarla en mi mente quizás escriba algo cierto que para quien venga tras de mí tenga sentido; sé, sin embargo, que casi nunca o nunca sucede.

Sobre los libros diré que es frustrante leer uno; como algunos afirman, es imposible comprenderlos. Están repletos de referencias a libros anteriores (que no se pueden volver a leer) y venideros (que muy probablemente pasaremos por alto). Son inmensos, incómodos, letra insensatamente pequeña y la luz insuficiente enceguece, todo el tiempo. Leo hasta que soporta mi vista, anoto algo en la tercera pared, descanso, al cabo de un día paso al siguiente escalón. De preferencia inicio con los libros de tapas verdes. Otros leen la primera línea de todos. Hay quienes ni los miran, bajan, siguen de largo y yo trato siempre de evitarlos, incomprensibles para mí como yo para ellos. Me abruma un sentimiento de piedad por estas personas, pero prefiero no disturbar mi lectura. Sé que en algún libro está la clave de todo, cifrado e incomprensible para quienes no hayan leído a los que hace referencia, en los que se explica el idioma en que están escritos. Las marcas de la tercera pared suelen confundir, pero yo nunca las borro, me limito a ignorarlas, prefiero dejar esa inútil tarea a otros.

Pero el mayor enigma está en el alcance de la Biblioteca. Los imberbes de Ha-Ran la imaginan infinita, imaginando ilusamente que el conocimiento es infinito. Los disípulos de Araj Va’l la imaginan como un gran círculo que se recorre eternamente, arguyendo que una recta no es más que un círculo de diámetro inconmensurable, donde las alteraciones del orden de los libros, las anotaciones cambiantes y el invariable mobiliario, la hacen siempre nueva. Hay una nueva teoría, más aterradora, que es que hay un Fin, una puerta que da hacia alguna otra cosa más amable y que quienes no hayan aprendido lo suficiente a lo largo de la Biblioteca quedarán estancados por siempre en el último escalón, intentando descifrar inútilmente como atravesar la abertura. Hay quien ha fusionado las dos últimas e imaginan con más esperanza que se recorrerá por siempre hasta dar con la Llave de esa puerta. Yo prefiero no pensar en aquello; a decir verdad, prefiero no pensar. Leer los innumerables libros me distrae satisfactoriamente, pero hay algo, como una espina, que me molesta en alguna parte.

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